martes, 16 de junio de 2009

Un poco de historia; (la cultura no puede hacer daño a nadie).

En la Península Ibérica y a lo largo de la Edad media, se desarrolló de manera notable la ciencia de la Astronomía sin distinguir entre Astronomía y Astrología. En esa etapa histórica convivían, las tres culturas; árabes, cristianos y judíos y se sabe que existieron frecuentes relaciones entre las personas que formaban la parte activa de estos movimientos culturales, la más conocida es la que se originó con la creación de la Escuela de Traductores de Toledo auspiciadas por el rey Alfonso X el Sabio.

Desde los reinos cristianos del norte, existía un poderoso atractivo hacia el sur, imantado por el desarrollo científico y cultural del Califato de Córdoba. Entre quienes se sintieron atraídos, se cuenta con un buen número de judios, quienes formaban parte de un tejido social que se situaba indistintamente en territorio cristiano o árabe, esa facilidad de adaptación les permitió crear escuelas propias en territorio cristiano así como en Córdoba, Toledo, Lisboa y otras ciudades de Al Andalus.

Abraham Ben Ezra es un judio español que nacíó en Tudela en el año 1089. En ese tiempo, Tudela era una ciudad fronteriza, que formando un arco con el Ebro, marcaba unos límites entre en Imperio Almorávide y las tierras reconquistadas por los reinos cristianos. Un lugar a caballo entre un mundo y otro, una cultura y otra. Al parecer, muy pronto, Ben Ezra optó por dirigirse al centro de la cultura floreciente de ese tiempo y trasladarse al sur de la peninsula ibérica. Sin duda alguna tuvo tiempo de estudiar en las mejores sinagogas y escuelas de Al Andalus.
Ben Ezra de extremada sensibilidad y dilatada inteligencia, tuvo la fortuna de adquirir de manera directa, una buena parte del conocimiento tradicional y, deseoso de trasmitir ese conocimiento a los que viniéramos después, dedicó una especial atención a la traducción de textos árabes y latinos, además de componer sus propios trabajos. Se le considera como uno de los autores judios más prolíficos.

Estuvo en Italia, en especial en Roma donde escribe un trabajo sobre lengua hebrea y desarrolló comentarios biblicos que al parecer porvocaron el rechazo de la comunidad judia. En 1145, quizás buscando mejor ambiente para desarrollar sus ideas, se desplaza a Luca y escribe un trabajo sobre gramática y algunos comentarios sobre el Pentateuco. Pero tampoco debíó encontrarse cómodo y se marchó a Mantua donde nos deja como testigo de su paso el Sefer Sahot una obra fundamental de la lengua hebrea. Poco tiempo después lo encontramos en Verona escribiendo obras científicas de matemáticas y de gramática.

En 1148 se encuentra en la Provenza francesa, en el reino de los Cátaros, donde puede permanece casi una década, quizás la década más fecunda de su vida. Es en este lugar de paz donde escribe la obra astrológica que ha llegado hasta nuestras manos. En ese tiempo escribió numerosas obras científicas sobre matemáticas, astrolabios, fisica y metafisica.

Tuvo que vivir en una etapa histórica difícil para el desarrollo cultural, en unos lugares que se desintegraban y se derrumbaban uno tras otro, como las fichas de un dominó empujadas por un dedo invisible, por una fuerza maligna y destructora, producto de la oscuridad de la conciencia.
En el sur de la península ibérica, los reinos de taifas, debilitados por la nueva burguesía, eran destrozados por los almoravides, portadores de una verdad única, fanáticos, puristas locos, lacayos inconscientes de las fuerzas de la oscuridad, eran el integrismo talibán de la época. En el norte y más allá de los Pirineos, los reinos cristianos estaban divididos, enfrentados y radicalizados por la diferente manera de entender la fe, unos cristianos puros, pobres, espirituales, enfrentados a las fuerzas de la oscuridad de la conciencia, bajo palio, investidos de poder, del más grande poder sobre la tierra en ese tiempo, un mundo inhóspito para lograr el desarrollo de cualquier modalidad cultural y más dificil aún para la Astrología.

Pero en toda tormenta hay un momento de calma y en todo desierto un pequeño oasis, ambas coordenadas se hallaron en la tierra de Oc, cuando aún se guardaba el Santo Grial dentro del templo fortaleza de Montsegur. Si nos situamos en el momento y en el lugar geográfico en que este libro fue escrito, nos encontramos alrededor el año 1150 en el corazón del Pirineos oriental francés.

No se sabe exactamente donde se escribió su libro de “Los juicios de las estrellas“, pero sabemos que durante los siglos XII y XIII se producen grandes persecuciones de judíos también en Francia, y que se crearon en el Languedoc, lugares ocultos de estudio, que más tarde, con el exterminio de los cátaros, se trasladaron al norte de Cataluña.

Para hallar a nuestro autor podemos cerrar un círculo alrededor de Montsegur de no más de cien kilómetros y ahí lo hallaremos. Rodeado por un mundo extremadamente bello, culto, artístico y de elevado desarrollo espiritual, gracias al cual fue posible la realización de este delicado trabajo.
Después de recorrerse casi media Europa, como muchas de la aves migratorias que aún perviven, nuestro Abraham encontró, como ellas, un lugar para anidar y procrear, ese lugar fue Occitania en cuyo centro, Montsegur, se guardaba la preciosa reliquia, el Santo Grial.

Al norte del círculo, que cierra este lugar y este tiempo se encuentra la ciudad de Toulousse, centro de uno de los condados más ricos y liberales de la época, con un régimen político que desarrolló las leyes más progresistas, tolerantes y permisivas de todos los tiempos. En esta ciudad y en este tiempo se admitía sin ningún tipo de inconveniente a todo los inmigrantes que allí llegaban y sin duda muchos de ellos fueron judíos como nuestro autor.

Toulousse, junto a Narbonne fue una de las ciudades donde existieron comunidades judías. Se sabe que el “Sefer ha Bahin” el primer libro de Cábala conocido, se escribió en el Languedoc gracias a las influencias Cátaras, tal como expone Scholem en su libro “Grandes tendencias de la mística judía”

En el semicírculo del noreste encontramos un rosario de ciudades que abrazaban la fe del mas puro amor cristiano, la fe de quienes creían que dentro de nosotros existen dos mundos antagónicos, un mundo fuerte y luminoso, libre en el tiempo, eterno y centrado en nuestro espíritu, en el Espíritu y un mundo mucho más débil, basado en la carne y en la leyes materiales cerradas en un permanente presente que es, como la carne, siempre débil y efímero.
Carcassonne, Narbonne y Beziers, las tres perlas de la corona cátara. Poco más de medio siglo después de llegar Ben Ezra, Beziers espera la llegada de los cruzados.

“Un dragón vomitando fuego y destrucción se aproxima en marcha arrolladora” Según cuenta Guilermo de Tudela “..aquellos locos y furtivos rufianes degollaban a sacerdotes, mujeres y niños. Ni uno sólo salió con vida......no creo que desde los tiempos de los sarracenos se haya decidido ni ejecutado una matanza tan bestial.” Uno de los barones le preguntó al gran abad del Cister como se las iban a arreglar para distinguir a los herejes. El abad contestó: -¡Matadlos a todos! ¡Dios ya reconocerá a los suyos!

“Las campanas se funden en sus campanarios, los cadáveres arden en llamas y la catedral está como un volcán. Corre la sangre, arden los muertos, llamea la ciudad, se desploman las murallas, cantan los monjes, los cruzados asesinan, los gitanos saquean.....Así murió Bezier, así se inició la cruzada contra el Grial...”
Otto Ranh

Casi con 69 años a las espaldas se dirige a Inglaterra donde escribió en latín el Libro de los fundamentos de las Tablas Astronómicas. Tres años después, quizás empujado por el mal clima de la isla, regresa al paraíso cátaro del sur de Francia y reside en Narbona en 1161.
Según algunos historiadores, al final de su vida, pasados los 75 años, regresó a España, recorriendo desde el Pirinéo oriental hasta la Calagurris judía, donde se piensa que murió a los 79 años de edad.

Abraham Ben Ezra es un eslabón en la cadena de la transmisión astrológica, un recopilador de la ciencia antigua que nos lega, a través de sus textos astrológicos “El libro de los juicios de las estrellas”, un preciado tesoro conservado durante siglos en la Biblioteca de San Lorenzo del Escorial, recientemente traducido por la Escuela de Traductores de Sirventa.

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